jueves, 19 de abril de 2012

Relato:Más allá del verano


              


    Siempre voy al mismo lugar de vacaciones y así ha sido toda mi vida. Mismos amigos, misma piscina, mismas aventuras… está muy bien pero mi hermana y yo necesitábamos cambiar por una vez ¡y mis padres lo entendieron! Decidieron ir en julio al lugar de siempre y en agosto ir a un lugar nuevo, en una calita preciosa…
Qué bien lo pasamos, inolvidable en todos los sentidos. Y no sólo por sus playas y sus gentes, también porque allí conocí a Mateo, mi dulce y al mismo tiempo sexy Mateo… sí, me enamoré. ¡Me enamoré locamente! ¡Como nunca antes me había pasado! Llegué a quererlo más que a mí misma. Necesitaba verlo cada 5 segundos, necesitaba sus besos, sus caricias, sus tiernas palabras… <<Eres lo mejor que me ha pasado Elisa, contigo hasta el final>>, me decía cada día. Ésa era su frase: <<contigo hasta el final>>. Cuando quedaban 2 días para separarnos, parecía que se nos iba la vida. Tanto Mateo como yo estábamos destrozados y llegamos a jurarnos y prometernos que seguiríamos juntos. <<Conocerás a otra y te olvidarás de mí>>, le dije. <<Imposible, contigo hasta el final, Elisa>>. Esas fueron sus últimas palabras.
Y digo <<sus últimas palabras>> porque no volví a saber nada de él. ¡Nada! No me llamó más, no me contestó a ningún mensaje, no me dijo nada, simplemente me dejó, así, cómo si nada… Y yo me sentí terriblemente mal, utilizada y engañada.
<<Yo sabía de qué palo iba ese Mateo, ya te lo avisé>>, me decía una y otra vez Lucía, mi hermana. Y tenía razón… <<Para ese chico eres el típico amor de verano y fuera… Lo debe hacer cada año. Tienes que olvidarlo, Elisa, es pasado>>, me insistía Lucía… Y es que mi hermana es mi mejor amiga, mi apoyo, mi otra mitad, mi alma gemela. Nos llevábamos muy poquito y teníamos casi los mismos amigos, así que lo compartíamos todo. Por eso, sabía que sus palabras eran realistas y que me las decía con todo el cariño del mundo, por mucho que me dolieran…

Aún así, había algo en mi interior. Sentía algo extraño… No  podía ser que Mateo me hiciera algo como esto ¡de la noche a la mañana y sin sentido! ¿Qué pasaba con todas aquellas palabras de amor? No… No podían ser mentiras. Y sus besos eran de corazón. Todo lo que vivimos fue real… ¡no podía ser!  Juro que intenté por todos los medios hablar con él. Busqué mil maneras a través de Internet y por teléfono. Lo único que no hice fue presentarme en su ciudad, por que estaba en la otra punta y mis padres no me lo permitieron, ¡pero hice todo lo que pude! Incluso llegué a pensar que le había sucedido algo, no sé… ¡Me estaba volviendo loca! Y así estuve hasta Navidad… <<Basta ya, Elisa, olvídalo o me enfadaré contigo>>, me decía mi hermana. Y tuve que hacerlo… Por ella lo hice, tenia que olvidarlo. ¿Y cómo lo hice? ¡De la manera más fácil! Pensando cosas horribles de él. Me puse un escudo y tiré hacia delante… Parece que no, pero algo se consigue. No estuve con nadie en todo el año. ¡Eso sí que era imposible! No lo podía ni pensar, vamos… Por eso, entre mi escudo y entre que no tenía apenas distracciones de chicos… ¡Saque un curso perfecto! ¡Qué notazas! A mi hermana le quedó una, pero mis padres se la perdonaron, porque nos portamos muy bien durante todo el año, la verdad… Y llegó el momento: nos dejaron escoger el lugar de vacaciones de agosto. Mi hermana lo tenía claro: <<Quiero ir fuera de viaje>>. ¡No estaba mal la idea! Pero yo no lo tenía claro… <<¿Y tú, Elisa? ¿Cuál es tu idea? Va, decidirás tú por tus buenas notas y lo bien que lo has hecho>>, dijo mi madre. Entonces mi cara cambió, mi mirada se nubló y mi corazón latía muy deprisa. ¡Mi hermana me miraba y me decía que no con un gesto! Pero sí, lo tenía claro, lo iba a hacer: <<Quiero ir a la misma calita del año pasado>>. Debía hacerlo: debía zanjar aquella historia de una vez…
¡Qué recuerdos me trajo aquella calita! ¡Fue el mejor verano de mi vida a pesar del trágico final que tuvo! Eso no lo podía negar… ¡Pero debía ser fuerte! <<¿Qué vas a hacer, Elisa?>> , me preguntó mi hermana. <<Lo voy a buscar y lo pienso encontrar, Lucía>>. Y fui en su busca… La verdad es que no tardé ni media hora. Allí estaba, en las rocas de siempre, con unos amigos y en ese plan rebelde que tanto me gustaba… <<Mateooo>>, grité con fuerza. Y volví a gritar hasta que se giró. Pero sólo hizo eso: girarse, mirarme y darse la vuelta. ¡No me hizo caso! No me habló, no me saludó… ¡Nada! ¿Qué clase de monstruo era aquella persona? Pensé… Y así cada día. Lo busqué siempre, en el mismo sitio, gritaba su nombre, pero no me decía nada… Y después de una semana, mis gritos acabaron volviéndose lágrimas… ¡Era horrible! ¿Qué le había hecho yo? Era realmente horrible…

Durante la segunda y tercera semana de agosto, apenas salí del apartamento. ¿Para qué? Y entonces recibí una visita… ¡Su hermano! <<Hola, Elisa, no quiero molestarte, pero lo estás pasando mal por lo de mi hermano y te debemos una explicación>>, me dijo. Yo no quería ver a nadie, pero algo en mi interior  me dijo que debía oírlo… Se llamaba Pablo y lo conocí el año anterior, era súper simpático y podía confiar en él… Lo dejé hablar: <<Cuando te fuiste de aquí, Mateo lo pasó muy mal, Elisa. No hablaba con nadie, se encerró en casa, siempre estaba triste. Realmente mal, Elisa… Sólo habían pasado 2 días vuestra despedida y él no lo podía soportar, te quiso mucho, más que a ninguna chica y no podía vivir sin ti>>.
Yo no entendía nada. Y Pablo siguió: <<Sé que no entenderás por qué no te llamó, pero muchos chicos reaccionamos así, nos negamos a hablar. Era como si él no quisiera sentir aquello pero al mismo tiempo lo sentía. ¡Una lucha interna! Y cometió una locura: una noche de septiembre cogió la mochila y se escapó… ¡Lo estuvimos buscando durante días, Elisa! Qué mal lo pasaron mis padres… La policía no daba con él y yo llegue a pensar que había cometido una locura peor. Pero sólo quería una cosa: ir a verte a la otra punta de España>>. En ese instante una lágrima recorrió toda mi mejilla… <<La policía lo encontró en una estación de tren sin dinero y sin billete y lo llevaron a casa. Te puedes imaginar la que se montó… ¡Mi hermano acabó encerrado en un internado! Sí has oído bien… Lleva todo el año estudiando en un centro en la sierra, alejado de su familia, de su gente, de su vida y por supuesto de ti, Elisa… Mis padres te ven como la causa de este problema>>, decía Pablo.
¡Qué fuerte! Por un lado me sentía fatal por aquello… Por otro lado, sentí alivio porque Mateo no me engañó… Y por otro, me sentía bien, ¡me quería! <<¿Por qué me cuentas esto, Pablo?>>, le pregunté. <<Digamos que yo no te he contado nada, Elisa…>>, acabó y se fue. ¡Qué lío de sentimientos! Qué mal, pero qué tranquilidad a la vez… ¿Y ahora que debía hacer? ¿Cómo debía actuar? Y volví a acudir a mi alma gemela. Le conté todo a Lucía y ella lo tuvo claro, sólo me tuvo que decir: <<¡Corre!>>. ¡Y claro que corrí! ¡Salí y puse todas mis fuerzas para llegar cuanto antes! No quería que Mateo sintiera ese sufrimiento ni un segundo más… ¡Ni yo tampoco, claro! Y allí estaba, solo, mirando el horizonte sobre su roca favorita y con algo en la mano. Una alianza que le regalé un año atrás… Entonces volví a gritar: <<¡Mateo!>>. Se giró, me miró y esta vez no dejé que se encerrara en sí mismo… Justo un segundo antes de que alejara de nuevo su mirada, sonreí… Me miró y también sonrió. Corrí hacia él, lo abracé con toda mi corazón y le susurré al oído mientras las olas chocaban contra las rocas: <<Contigo hasta el final>>. Y respondió: <<Contigo hasta el final>>.

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