Siempre voy al mismo lugar de vacaciones y así ha sido toda mi vida. Mismos amigos, misma piscina, mismas aventuras… está muy bien pero mi hermana y yo necesitábamos cambiar por una vez ¡y mis padres lo entendieron! Decidieron ir en julio al lugar de siempre y en agosto ir a un lugar nuevo, en una calita preciosa…
Qué bien
lo pasamos, inolvidable en todos los sentidos. Y no sólo por sus
playas y sus gentes, también porque allí conocí a Mateo, mi dulce
y al mismo tiempo sexy Mateo… sí, me enamoré. ¡Me enamoré
locamente! ¡Como nunca antes me había pasado! Llegué a quererlo
más que a mí misma. Necesitaba verlo cada 5 segundos, necesitaba
sus besos, sus caricias, sus tiernas palabras… <<Eres lo
mejor que me ha pasado Elisa, contigo hasta el final>>, me
decía cada día. Ésa era su frase: <<contigo hasta el
final>>. Cuando quedaban 2 días para separarnos, parecía que
se nos iba la vida. Tanto Mateo como yo estábamos destrozados y
llegamos a jurarnos y prometernos que seguiríamos juntos.
<<Conocerás a otra y te olvidarás de mí>>,
le dije. <<Imposible, contigo hasta el final, Elisa>>.
Esas fueron sus últimas palabras.
Y
digo <<sus últimas palabras>> porque no volví a saber
nada de él. ¡Nada! No me llamó más, no me contestó a ningún
mensaje, no me dijo nada, simplemente me dejó, así, cómo si nada…
Y yo me sentí terriblemente mal, utilizada y engañada.
<<Yo
sabía de qué palo iba ese Mateo, ya te lo avisé>>, me decía
una y otra vez Lucía, mi hermana. Y tenía razón… <<Para
ese chico eres el típico amor de verano y fuera… Lo debe hacer
cada año. Tienes que olvidarlo, Elisa, es pasado>>, me
insistía Lucía… Y es que mi hermana es mi mejor amiga, mi apoyo,
mi otra mitad, mi alma gemela. Nos llevábamos muy poquito y teníamos
casi los mismos amigos, así que lo compartíamos todo. Por eso,
sabía que sus palabras eran realistas y que me las decía con todo
el cariño del mundo, por mucho que me dolieran…
Aún
así, había algo en mi interior. Sentía algo extraño… No
podía ser que Mateo me hiciera algo como esto ¡de la noche a la
mañana y sin sentido! ¿Qué pasaba con todas aquellas palabras de
amor? No… No podían ser mentiras. Y sus besos eran de corazón.
Todo lo que vivimos fue real… ¡no podía ser! Juro que
intenté por todos los medios hablar con él. Busqué mil maneras a
través de Internet y por teléfono. Lo único que no hice fue
presentarme en su ciudad, por que estaba en la otra punta y mis
padres no me lo permitieron, ¡pero hice todo lo que pude! Incluso
llegué a pensar que le había sucedido algo, no sé… ¡Me estaba
volviendo loca! Y así estuve hasta Navidad… <<Basta ya,
Elisa, olvídalo o me enfadaré contigo>>, me decía mi
hermana. Y tuve que hacerlo… Por ella lo hice, tenia que
olvidarlo. ¿Y cómo lo hice? ¡De la manera más fácil! Pensando
cosas horribles de él. Me puse un escudo y tiré hacia delante…
Parece que no, pero algo se consigue. No estuve con nadie en todo el
año. ¡Eso sí que era imposible! No lo podía ni pensar, vamos…
Por eso, entre mi escudo y entre que no tenía apenas distracciones
de chicos… ¡Saque un curso perfecto! ¡Qué notazas! A mi hermana
le quedó una, pero mis padres se la perdonaron, porque nos portamos
muy bien durante todo el año, la verdad… Y llegó el momento: nos
dejaron escoger el lugar de vacaciones de agosto. Mi hermana lo tenía
claro: <<Quiero ir fuera de viaje>>. ¡No estaba mal la
idea! Pero yo no lo tenía claro… <<¿Y tú, Elisa? ¿Cuál
es tu idea? Va, decidirás tú por tus buenas notas y lo bien que lo
has hecho>>, dijo mi madre. Entonces mi cara cambió, mi mirada
se nubló y mi corazón latía muy deprisa. ¡Mi hermana me miraba y
me decía que no con un gesto! Pero sí, lo tenía claro, lo iba a
hacer: <<Quiero ir a la misma calita del año pasado>>.
Debía hacerlo: debía zanjar aquella historia de una vez…
¡Qué
recuerdos me trajo aquella calita! ¡Fue el mejor verano de mi vida a
pesar del trágico final que tuvo! Eso no lo podía negar… ¡Pero
debía ser fuerte! <<¿Qué vas a hacer, Elisa?>> , me
preguntó mi hermana. <<Lo voy a buscar y lo pienso encontrar,
Lucía>>. Y fui en su busca… La verdad es que no tardé ni
media hora. Allí estaba, en las rocas de siempre, con unos amigos y
en ese plan rebelde que tanto me gustaba… <<Mateooo>>,
grité con fuerza. Y volví a gritar hasta que se giró. Pero sólo
hizo eso: girarse, mirarme y darse la vuelta. ¡No me hizo caso! No
me habló, no me saludó… ¡Nada! ¿Qué clase de monstruo era
aquella persona? Pensé… Y así cada día. Lo busqué siempre, en
el mismo sitio, gritaba su nombre, pero no me decía nada… Y
después de una semana, mis gritos acabaron volviéndose lágrimas…
¡Era horrible! ¿Qué le había hecho yo? Era realmente horrible…
Durante la
segunda y tercera semana de agosto, apenas salí del apartamento.
¿Para qué? Y entonces recibí una visita… ¡Su hermano! <<Hola,
Elisa, no quiero molestarte, pero lo estás pasando mal por lo de mi
hermano y te debemos una explicación>>, me dijo. Yo no quería
ver a nadie, pero algo en mi interior me dijo que debía oírlo…
Se llamaba Pablo y lo conocí el año anterior, era súper simpático
y podía confiar en él… Lo dejé hablar: <<Cuando te fuiste
de aquí, Mateo lo pasó muy mal, Elisa. No hablaba con nadie, se
encerró en casa, siempre estaba triste. Realmente mal, Elisa… Sólo
habían pasado 2 días vuestra despedida y él no lo podía soportar,
te quiso mucho, más que a ninguna chica y no podía vivir sin ti>>.
Yo no
entendía nada. Y Pablo siguió: <<Sé que no entenderás por
qué no te llamó, pero muchos chicos reaccionamos así, nos negamos
a hablar. Era como si él no quisiera sentir aquello pero al mismo
tiempo lo sentía. ¡Una lucha interna! Y cometió una locura: una
noche de septiembre cogió la mochila y se escapó… ¡Lo estuvimos
buscando durante días, Elisa! Qué mal lo pasaron mis padres… La
policía no daba con él y yo llegue a pensar que había cometido una
locura peor. Pero sólo quería una cosa: ir a verte a la otra punta
de España>>. En ese instante una lágrima recorrió toda mi
mejilla… <<La policía lo encontró en una estación de tren
sin dinero y sin billete y lo llevaron a casa. Te puedes imaginar la
que se montó… ¡Mi hermano acabó encerrado en un internado! Sí
has oído bien… Lleva todo el año estudiando en un centro en la
sierra, alejado de su familia, de su gente, de su vida y por supuesto
de ti, Elisa… Mis padres te ven como la causa de este problema>>,
decía Pablo.
¡Qué
fuerte! Por un lado me sentía fatal por aquello… Por otro lado,
sentí alivio porque Mateo no me engañó… Y por otro, me sentía
bien, ¡me quería! <<¿Por qué me cuentas esto, Pablo?>>,
le pregunté. <<Digamos que yo no te he contado nada, Elisa…>>,
acabó y se fue. ¡Qué lío de sentimientos! Qué mal, pero qué
tranquilidad a la vez… ¿Y ahora que debía hacer? ¿Cómo debía
actuar? Y volví a acudir a mi alma gemela. Le conté todo a Lucía y
ella lo tuvo claro, sólo me tuvo que decir: <<¡Corre!>>.
¡Y claro que corrí! ¡Salí y puse todas mis fuerzas para llegar
cuanto antes! No quería que Mateo sintiera ese sufrimiento ni un
segundo más… ¡Ni yo tampoco, claro! Y allí estaba, solo, mirando
el horizonte sobre su roca favorita y con algo en la mano. Una
alianza que le regalé un año atrás… Entonces volví a gritar:
<<¡Mateo!>>. Se giró, me miró y esta vez no dejé que
se encerrara en sí mismo… Justo un segundo antes de que alejara de
nuevo su mirada, sonreí… Me miró y también sonrió. Corrí hacia
él, lo abracé con toda mi corazón y le susurré al oído mientras
las olas chocaban contra las rocas: <<Contigo hasta el final>>.
Y respondió: <<Contigo hasta el final>>.
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